Por Eduardo Gutiérrez Arias.
La IX Cumbre de las Américas que comenzó el pasado lunes 07 de junio y concluyó el viernes 10, se convirtió en una especie de “Cumbre Borrascosa” como la clásica novela de Emily Bronte, desde que Joe Biden, presidente de los E.U. y organizador del evento en la ciudad de Los Ángeles, decidió no invitar a la misma a los presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, supuestamente por “la falta de democracia y la situación de los derechos humanos” en esos países, motivo por el cual los Jefes de Estado de México, Honduras, Guatemala, El Salvador y Bolivia, optaron por marginarse de la Cumbre.
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En la realidad, de 35 Estados americanos que hacen parte de la OEA, sólo 20 estuvieron representados por sus presidentes, otros 6 a través de funcionarios diplomáticos, otros 6 decidieron ausentarse totalmente y 3 fueron marginados por el gobierno de E.U. Esto reduce los alcances y resultados de la reunión en la que se trataron temas de interés para el continente como la crisis migratoria, que afecta a muchos países de la región, el cambio de modelo energético reemplazando progresivamente el petróleo y el carbón por energías limpias, la lucha contra el cambio climático y la defensa del medio ambiente si queremos preservar la vida en el planeta, la construcción de formas de Estado y gobierno incluyentes, participativos y verdaderamente democráticos.
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Una verdadera democracia sólo se construye en una nación que acabe con la miseria y la pobreza de su pueblo, aspecto este que la mayoría de naciones de América Latina estamos todavía muy distantes de alcanzar.
Eso exige un Estado intervencionista y regulador de su manejo económico, social y cultural, y capaz de elevar sustancialmente los niveles de educación y de atención en salud de sus ciudadanos y unos derechos iguales para todos.
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En materia internacional se debe respetar la autonomía para resolver sus problemas y conflictos internos y darse su forma de Estado y de gobierno.
En esta materia es altamente nociva la visión imperial de los Estados Unidos, de querer imponer su modelo a todas las naciones del continente.
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El embargo y cerco económico y político del pentágono contra países como Cuba, Venezuela y Nicaragua y otros países rebeldes como Honduras y Guatemala, incrementa las olas migratorias que después quieren combatirse con represión y violencia.
Esa conducta es también altamente violatoria de los derechos humanos como pudo comprobarse en los últimos dos años de la pandemia, cuando este cerco económico impedía a los tres países del embargo adquirir las vacunas necesarias para su protección.
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Afortunadamente el avance en salubridad en Cuba les permitió construir su propia vacuna que han compartido con otros países de la región, contribuyendo significativamente a la salud regional.